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Nahia Idoiaga Mondragon, Idoia Legorburu Fernández, Mirari Gaztañaga

Tengo 9 años y uso el móvil de mi madre: ¿no pasa nada?

Investigadoras de la UPV/EHU

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 29/08/2024

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Este artículo se encuentra publicado originalmente en The Conversation.

Cuándo, cómo y si niños, niñas y adolescentes deben utilizar dispositivos electrónicos y tener acceso a internet y redes sociales son algunas de las cuestiones más relevantes y debatidas en la actualidad. Pero la mayoría de los planteamientos parten de las posturas, evidencias y observaciones de la perspectiva adulta. ¿Qué piensan los propios interesados, niños y niñas, y cómo viven esa situación?

Hemos explorado precisamente la perspectiva de los niños y niñas sobre el uso del móvil, centrándonos en sus opiniones y experiencias. Eso nos ha permitido obtener datos preocupantes y esclarecedores sobre cómo esa tecnología afecta emocionalmente y en sus relaciones a los más jóvenes.

Por otra parte, a menudo el debate se centra en cuándo debemos dar un dispositivo propio a los niños. Sin embargo, no hace falta tener móvil para usarlo, pues muchos menores utilizan los de sus padres o madres desde muy pequeños, como hemos podido comprobar en nuestro estudio.

Usar el móvil mucho antes de los 12 años

En el estudio participaron 642 niños y niñas de una comarca de Bizkaia cuya edad media era de 9.26 años. La investigación muestra que, aunque solo el 22 % de ellos tiene un móvil propio, un significativo 65.3 % utiliza el móvil de sus padres o madres.

Además, los menores pasan de media 42 minutos y 42 segundos al día usando el móvil entre semana, y hasta 112,53 minutos los fines de semana. Aquellos con móvil propio tienen un uso significativamente mayor, pero incluso los que usan el móvil de sus padres o madres dedican de media entre 1 y 2 horas diarias, superando muchos de ellos las recomendaciones de tiempo de pantalla.

La Asociación Española de Pediatría, dentro de su Plan Digital Familiar, recomienda que no se usen en absoluto las pantallas antes de los 2 años, se establezca un límite máximo de una hora al día antes de los 5 y dos horas de ocio digital como máximo a partir de los 5 años.

Sin embargo, otros especialistas proponen limitaciones de edad más estrictas: por ejemplo, la Academia Francesa de Psiquiatría recomienda seguir la regla “3-6-9-12”, que establece: nada de pantallas antes de los 3 años, no considerar videojuegos antes de los 6, no permitir el acceso a internet antes de los 9 y no dar acceso a las redes sociales antes de los 12 años.

Los propios menores participantes en este estudio creen que la edad para tener móvil debería ser alrededor de los 12 años, mientras que sus padres o madres prefieren esperar hasta los 14 años. Esa diferencia de dos años puede parecer poca cosa, pero es importante pues son dos años críticos en el desarrollo infantil. Los conflictos con los padres y madres persisten independientemente de la posesión de un móvil, lo que sugiere que tener un dispositivo propio no es una solución para reducir las tensiones familiares.

Antes de secundaria y sin preparación

Los niños entrevistados afirman no haber recibido orientación sobre el uso del móvil hasta cuarto de primaria; sin embargo, visto que existe un abuso de dispositivos desde edades previas, la orientación debería ofrecerse desde los primeros cursos.

La comunicación entre padres y madres e hijos e hijas sobre el uso del móvil es frecuente, pero a menudo se describe como conflictiva. Los progenitores y adultos responsables usan el móvil delante de sus hijos e hijas entre un 11 % y un 50 % del tiempo; eso también es significativo pues se trata de un modelo para los menores. Como bien decía el psicólogo canadiense Albert Bandura, los niños tienden a repetir lo que hacen sus figuras de referencia.

Para qué lo usan

Niños y niñas usan el móvil fundamentalmente para ver vídeos y jugar, lo que plantea interrogantes sobre las alternativas de juego y ocio disponibles para ellos. Las aplicaciones móviles individuales, como vídeos, música y juegos, son particularmente populares entre los más pequeños y aquellos que no tienen móvil propio.

A medida que crecen, también utilizan los móviles para comunicarse con amistades y familiares, destacando la función social que esos dispositivos han adquirido, remplazando en gran medida la interacción directa que tan importante es para el desarrollo.

El lado malo de los móviles, según los menores

Es muy interesante observar que los niños a los que entrevistamos (especialmente los que sí tienen móvil propio) sí son conscientes, porque se lo han dicho y lo han oído, que los móviles tienen efectos negativos. Señalan la disminución de tiempo de calidad con sus amistades (31.65 %), la vulnerabilidad para que les hagan daño (25.06 %), las discusiones con los padres o madres (23.08 %) y la adicción junto con problemas físicos (19.49 %), tales como dolores de cabeza o vista borrosa.

Eso indica que, a la hora de intervenir y prevenir un uso problemático, no solo hay que hablar con ellos sobre los aspectos técnicos y de riesgo del uso del móvil, sino también sobre cómo este afecta la socialización y la comunicación.

Las razones de los padres

Las razones por las que los padres y madres compran móviles a sus hijos e hijas por primera vez incluyen la localización y seguridad (20.54 %), la capacidad de moverse solos (19.55 %), la comunicación constante (19.55 %), la integración social (23.76 %) y la presión social (16.58 %).

Las preocupaciones de los padres y madres sobre el uso del móvil se dividen en tres categorías principales: uso inadecuado (44.83 %), tiempo excesivo de uso (46.93 %) y adicción (8.24 %).

¿Quién debe tomar medidas?

Para que el uso de los dispositivos por parte de los menores sea saludable, familias y docentes deben coordinarse en una supervisión consensuada. Pero también se debe abordar ese problema desde una perspectiva social.

El sistema educativo debería incluir un plan formativo para el profesorado, no en el uso de las tecnologías de la información, algo bastante habitual, sino en cómo alfabetizar digitalmente a su estudiantado y cómo lidiar con los posibles problemas adyacentes.

También debería existir un plan sistematizado de información, que empiece como tarde en el primer curso de educación primaria, sobre el impacto de los móviles en las vidas cotidianas de la infancia.

Otras acciones recomendables son la coordinación con los ayuntamientos para ofrecer formación directa y acompañamiento a las familias de niños y niñas de diferentes edades. Una estrategia que merece analizarse a nivel comunitario es la toma de decisiones conjuntas sobre el uso del móvil, como ya lo están planteando varios grupos de familias.

Como alternativa al uso del móvil, ayuntamientos e instituciones deben reforzar la oferta de tiempo libre para infancia y adolescencia: cuando esa oferta existe, los niños y adolescentes no dudan en dejar el móvil a un lado y ponerse a jugar y a disfrutar. Aunque escondidos detrás de una pantalla, no dejan de ser niños y niñas.

The Conversation