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José Vicente Lafuente

Ramón y Cajal: reflexiones de un investigador y un humanista

Catedrático del Departamento de Neurociencias y vicedecano de la Facultad de Medicina y Enfermería

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 25/04/2024

José Vicente Lafuente | Foto: Fernando Casabella, Oficina de Comunicación. UPV/EHU.

Santiago Ramón y Cajal no necesita presentación o, en todo caso, puede hacerlo él mismo: tan solo hay que seleccionar algunos párrafos de su ingente producción para adentrarnos un poco en su obra y en su personalidad, tarea esta que se antoja titánica si no fuera por las anotaciones que desde mi adolescencia guardo en sus libros.

CAJAL, MAESTRO

“Sobre la primacía de la teoría sobre la práctica y viceversa se han vertido ríos de tinta. Hoy, al contrario de otras épocas, prevalece la exageración practicista, con la que se obtienen buenos obreros, pero pésimos maestros. Se olvida que el problema docente es un problema de equilibrio mental y ponderación pedagógica. Hay que aprender las cosas simultáneamente con los libros. Porque realidad y libros se fecundan mutuamente. Examinando los fenómenos, comprendemos las teorías y conociendo las teorías nos adueñamos de los fenómenos. Quien se entrega exclusivamente a la especulación recuerda al cazador que, fiado en su dominio teórico de la escopeta, en vez de cobrar un ciervo mata al perro.” (Charlas de Café)

“La producción del hombre de ciencia, como toda actividad del espíritu, hállase rigurosamente condicionada por el medio físico y moral. Con razón se ha dicho que el sabio es planta delicada, susceptible de prosperar solamente en un terreno especial formado por el aluvión de secular cultura y labrado por la solicitud y estimación social. En ambiente favorable, hasta el apocado siente crecer sus fuerzas, un medio hostil o indiferente abate el ánimo mejor templado”. (Los tónicos de la voluntad)

CAJAL, CIENTIFICO

“El explorador de la Naturaleza debe considerar la investigación cual deporte incomparable, en donde todo, desde los procederes técnicos hasta la elaboración doctrinal, constituye perenne manantial de gratas satisfacciones. Quien en presencia de un arduo problema no sienta crecer su entusiasmo ni acrecentar sus fuerzas, quien al aproximarse el solemne momento del fiat lux impacientemente esperado no tenga el alma inundada por la emoción precursora del placer, debe abandonar las empresas científicas, porque la Naturaleza no otorga sus favores a los fríos de condición, y la frialdad es a menudo inequívoco signo de impotencia.” (Los tónicos de la voluntad)

“Entre los procedimientos de estudio se escogerán de preferencia los más recientes, y sobre todo los más difíciles, por ser los menos agotados. Importa poco el tiempo gastado en ensayos infructuosos, pues si el método ofrece sumo poder diferenciador, los resultados obtenidos tendrán gran importancia y nos indemnizará con creces de nuestros afanes”. (Los tónicos de la voluntad)

“Cultivamos la ciencia por sí misma, sin considerar por el momento las aplicaciones. Estas llegan siempre, a veces tardan años, a veces siglos. Poco importa que una verdad científica sea aprovechada por nuestros hijos o por nuestros nietos. Medrada andaría la causa del progreso si Galvani, Volta, Faraday o Hertz, descubridores de los hechos fundamentales de la electricidad, hubieran menospreciados sus hallazgos por carecer entonces de aplicación industrial.” (Los tónicos de la voluntad)

Grandes son los hallazgos que alcanzó y clave para ello fue su tenacidad, su perspicaz observación y la inteligente selección de modelos sencillos, como anfibios o reptiles, unido a su constante exploración de nuevas técnicas.

CAJAL, LA VOLUNTAD

 “Si hay algo en nosotros verdaderamente divino, es la voluntad. Por ella afirmamos la personalidad, templamos el carácter, desafiamos la adversidad, corregimos el cerebro y nos superamos diariamente”. (Charlas de Café)

“Te quejas de las censuras de tus maestros, émulos y adversarios, cuando debieras agradecerlas; sus golpes no te hieren, te esculpen”. (Charlas de Café)

“Los más grandes laboriosos son los que han aprendido a administrar metódicamente su pereza. La actividad febril, paroxística, cae rápidamente en la fatiga y en la desilusión; deteriora la maquina antes de haber logrado refinar el producto”. (Charlas de Café)

Cajal cultivo el arte de los aforismos, quizá lo más próximo que había hace cien años a los actuales “twits”. En “Charlas de Café” recoge, agrupados temáticamente, cientos de ellos.

CAJAL, DIVULGADOR

Recordad que para poner en valor los párrafos que a vuestra consideración traigo debéis tener presente el tiempo en que fueron escritos. En su libro “Cuentos de vacaciones. Narraciones seudocientíficas” (1885-86), en el prólogo que intencionadamente titula “Advertencia preliminar” indica:

“El subtítulo ‘Narraciones seudocientíficas’ quiere decir que los presentes cuentos se basan en hechos o hipótesis racionales de las ciencias biológicas y de la psicología moderna. Será bien, por consiguiente (aunque no indispensable), que el lector deseoso de comprender las ideas y modos de expresión de los personajes de estas sencillas fábulas posea algunos conocimientos, siquiera sean rudimentarios, de filosofía natura y biología general”.

”Una advertencia a los suspicaces y maliciosos antes de terminar. Los personajes de nuestros cuentos exponen y proclaman, en ocasiones, los más exagerados y contradictorios sistemas, incurriendo, según es de presumir, en no pocas inconsecuencias, ignorancias y candideces. Ellos es consecuencia de nuestro empeño en que los protagonistas sean hombres antes que símbolos y ofrezcan, por tanto, las pasiones, defectos y limitaciones de las personas de carne y hueso. Por de contado, el autor no acepta la responsabilidad de las ideas, más o menos disparatadas, defendidas por aquellos, aun cuando no disimula su simpatía por la figura…” de alguno de ellos.

CAJAL, UN TALANTE SIEMPRE HACIA ADELANTE

A los 80 años, Cajal repasa su vida y nos deja algunas perlas que reflejan su talante ante la vida.

“He procurado que mi vida sea en lo posible, de acuerdo con los consejos del filósofo, poema vivo de acción intensa y heroísmo tácito, en pro de la cultura científica”.

“Mas no tengo el derecho de afligir al lector con reflexiones melancólicas. Rechacemos la tristeza, madre de la inacción. Preocupémonos de la vida, que es energía, renovación, progreso. Y continuemos trabajando. Solo la acción tenaz en pro de la verdad justifica el vivir y consuela del dolor y de la injusticia. Solo ella posee la peregrina virtud de convertir al oscuro parásito social en héroe de leyenda”.

Estas líneas provienen de “Recuerdos de mi vida: Historia de mi labor científica” escrito en 1917. En la edición de 1923, un año después de su jubilación, se incorporó un “Post-scriptum” tan interesante o más que sus capítulos anteriores por conjugar magistralmente la experiencia de la senectud con la visión inquieta y curiosa de un adolescente.

“Cumplidos los setenta años, la ley inexorable, pero previsora, nos expulsa del aula, cortando para siempre el diario coloquio con nuestros discípulos. Ello no me pesa; encuéntrolo acertado y razonable. La fría vejez, con las desilusiones y achaques, es, salvo raras excepciones, incompatible con la buena enseñanza oral, que pide expedición y agudeza de sentidos, palabra fácil, cálida y briosa, voz vibrante y robusta, agilidad de memoria y de pensamiento y flexibilidad de atención capaz de saltar instantáneamente desde la serena y elevada región de las ideas hasta los vulgares y enojosos menesteres del mantenimiento del orden; empresa esta nada fácil en clases donde concurren 400 mozalbetes, cuya mayoría mira el estudio cual enfadosa vejación y ansía impaciente calentarse antes que en la luz del saber, en la luz glorificadora de calles y jardines”.

“Como todo anciano, siento yo también todas esas envenenadas mordeduras del corazón y del cerebro. Son aldabonazos del tiempo, devorador implacable de la vida. Pero ni quiero ni debo cejar en los empeños. Y para no caer en la inercia mental -especie de muerte anticipada- continúo laborando, aunque deba contraerme modestamente al perfeccionamiento de antiguas investigaciones, que representan para el viejo la dirección de menor resistencia”.

Y acaba el referido capítulo y con ello el libro:

“A todos cuantos embelesa el hechizo de lo infinitamente pequeño, aguardan en el seno de los seres vivos millones de células palpitantes que solo exigen, para entregar su secreto, y con él la aureola de la fama, una inteligencia lúcida y obstinada que las contemple, las admire y las comprenda”.

Termino aquí esta reseña, más larga de lo inicialmente planeado, con la esperanza de que sean estas líneas cebador de tu curiosidad por su obra y su figura.